La huella profunda del legado colonial, en términos del enorme desbalance en desarrollo material entre las ciudades portuarias del Caribe colombiano (Cartagena, Santa Marta, Mompox), ha sido una constante de la vida republicana de la región. Ello se ha manifestado en: 1) la extrema pobreza rural, 2) la persistencia de un alto grado de urbanización y 3) las enormes desigualdades en ingresos y riqueza al interior de las zonas rurales. La gran paradoja del Caribe neogranadino a fines del siglo XVIII es que sus principales ciudades, Cartagena y Mompox, estaban dentro de las más dinámicas y prósperas a pesar de que la población de las zonas rurales era muy escasa y dispersa, y la mayoría vivía en condiciones miserables y por fuera de los ámbitos de poder colonial, como el de la Iglesia Católica. Este trabajo analiza esa escasa integración entre el Caribe urbano y el mundo rural haciendo uso de la información demográfica recolectada hacia 1777 en el Virreinato de Nueva Granada.