Durante las últimas décadas, el mecanismo de subastas ha ganado enorme popularidad como herramienta de asignación de recursos y preponderancia como agenda de investigación académica. En particular, considerando las diferentes alternativas de diseño de una subasta, se han estudiado sus propiedades de optimalidad, tanto del punto de vista de eficiencia social como del de rentabilidad (optimalidad privada). Por supuesto, existen factores relativamente objetivos que pueden afectar estos aspectos de optimalidad, tales como la arquitectura misma de la subasta, o el poder de mercado de los compradores. Adicionalmente, hay un factor subjetivo que es crucial al momento de estudiar el problema y que es intrínseco al bien subastado: la forma en que los agentes valoran dicho objeto. Según este último aspecto, las subastas se encuentran divididas en dos grandes grupos: i) las de valor privado y ii) las de valor común. Las subastas de valor privado son aquellas donde los jugadores conocen su propia valoración del objeto a ser subastado, y les es indiferente conocer las valoraciones de los demás jugadores: si un jugador se entera de la verdadera valoración de otro, esto no conduce a un cambio en la suya. Como ejemplo se tiene una subasta de una obra de arte para uso personal, donde cada individuo valora la obra según sus propias preferencias y a partir de éstas procede a realizar su oferta. Las subastas de valor común se caracterizan por ser aquellas donde el valor del objeto es el mismo para todos, pero los individuos desconocen este valor y, por consiguiente, se basan en señales recibidas para hacer estimaciones de él.